Concluido en el año 1220, el Beato de Santa María la Real de Las Huelgas representa la culminación de más de dos siglos de tradición artística, espiritual y manuscrita en torno al Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana. Considerado el último gran exponente de esta serie de códices iluminados, su monumentalidad, la calidad excepcional de sus miniaturas y la riqueza de sus textos lo convierten en una obra única dentro del arte medieval hispano.

Este manuscrito no solo conserva el comentario apocalíptico de Beato, sino que incorpora también el Comentario de San Jerónimo sobre el Libro de Daniel, una adición presente solo en un reducido número de Beatos y de enorme relevancia teológica. Su programa iconográfico, que abarca desde la Cruz de Oviedo y la Maiestas Domini hasta las visiones apocalípticas y la célebre Torre de Tábara, ofrece un recorrido visual por la espiritualidad, el simbolismo y la evolución artística del siglo XIII.

En este apartado encontrarás la historia del manuscrito, sus artífices, sus características materiales y una exploración detallada de sus miniaturas más emblemáticas, así como información sobre su edición facsimilar moderna. Una obra imprescindible para comprender el cierre de la tradición de los Beatos y el esplendor cultural de la Castilla medieval.


📽️ Video: Un recorrido visual por el Beato de Las Huelgas

En este vídeo del canal Códices y Beatos te invitamos a adentrarte en uno de los manuscritos más impresionantes del arte medieval: el Beato de Las Huelgas, concluido en 1220 y considerado el cierre definitivo de la tradición de los Beatos. Exploramos alguna de sus miniaturas más emblemáticas, junto con su contexto histórico, su función monástica y el papel de los artistas que lo crearon.

Un viaje por la espiritualidad, el simbolismo y la estética del siglo XIII.
Justo después encontrarás el contenido completo dedicado a esta obra extraordinaria.


Índice de Contenido

  1. Introducción
  2. Historia y contexto del manuscrito
    1. Origen y procedencia
    2. El entorno histórico y cultural
    3. Destinatario o promotora de la obra
  3. El autor y los artífices del manuscrito
    1. El copista y los iluminadores
    2. Rasgos estilísticos de cada artista
    3. El concepto artístico unificador
  4. Descripción material del manuscrito
    1. Soporte, formato y estructura
    2. Estado de conservación
    3. Características del texto
  5. Contenido del manuscrito
    1. El Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana
    2. El Comentario de San Jerónimo sobre el Libro del Profeta Daniel
    3. Otras secciones y prólogos
  6. Las ilustraciones del manuscrito
    1. Programa iconográfico general
    2. Estilo y características técnicas
    3. Influencias artísticas y comparaciones
    4. Miniaturas destacadas
  7. Interpretación del Comentario de San Jerónimo
    1. Contexto del texto
    2. Contenido y propósito de la obra
    3. Influencia sobre Beato de Liébana
  8. El facsímil y la editorial Scriptorium
    1. La editorial Scriptorium
    2. La edición facsimilar
    3. Descripción del conjunto editorial
  9. Curiosidades y aspectos singulares
  10. Importancia y legado
  11. Bibliografía y fuentes
  12. Consideraciones finales

1. Introducción

El Beato de Santa María la Real de Las Huelgas constituye la culminación de una de las tradiciones más fascinantes del arte medieval hispano: la de los códices iluminados que transmiten el Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana. Concluido en el año 1220, este manuscrito, hoy conservado en la Pierpont Morgan Library de Nueva York (Ms. 429), representa el último gran exponente de una larga serie de Beatos, iniciada en el siglo X con el ejemplar del pintor Magius, también custodiado en la misma biblioteca (Ms. 644). Ambos códices, el de Magius y el de Las Huelgas, pueden considerarse, en palabras simbólicas, el alfa y la omega de esta tradición: el primero como punto de partida y el segundo como cierre de un ciclo que abarca más de dos siglos de arte, espiritualidad y erudición monástica.

Su creación marca el epílogo de la iluminación románica en la Península Ibérica y el inicio de un lenguaje visual que anuncia la sensibilidad gótica. En el manuscrito confluyen los últimos ecos del arte bizantino, la monumentalidad románica y la sobriedad espiritual del Císter, plasmados en un códice de proporciones excepcionales. Su gran formato, el uso profuso del oro y la plata y la calidad de sus miniaturas hacen de esta obra un testimonio de lujo y devoción, destinado probablemente a un entorno monástico de alto rango vinculado a la nobleza castellana.

El Beato de Las Huelgas no solo transmite el célebre comentario de Beato de Liébana al Apocalipsis, sino que incorpora también el Comentario de San Jerónimo sobre el Libro del Profeta Daniel, un añadido de enorme relevancia teológica y exegética. Este rasgo lo sitúa entre el reducido grupo de catorce Beatos conocidos que integran dicho texto, reforzando así su valor como compendio espiritual y doctrinal del pensamiento cristiano medieval. La presencia de ambos comentarios, el de Liébana y el de Jerónimo, centrados en la revelación y el fin de los tiempos, refuerza la dimensión simbólica de este códice como obra de cierre dentro de la tradición de los Beatos, en una lectura que puede entenderse como una visión de esperanza escatológica, tal y como se desprende de la consideración conjunta de ambos textos.

Además de su importancia textual, el manuscrito destaca por la singular riqueza de su programa iconográfico, que conserva y a la vez renueva las fórmulas de la tradición anterior. Entre sus miniaturas más notables figuran la Cruz de Oviedo, la Maiestas Domini, las Tablas Genealógicas, la Adoración de los Reyes Magos, la Visión del Hijo del Hombre entre las nubes, el Mapamundi y la imponente escena de San Miguel venciendo al dragón, entre otras. En conjunto, estas ilustraciones constituyen un monumento visual de fe y conocimiento, reflejo del pensamiento teológico, la estética monástica y la maestría artística alcanzada por los scriptoria hispanos en el tránsito del siglo XII al XIII.

Por su complejidad artística, su contexto histórico y su estado de conservación excepcional, el Beato de Las Huelgas ocupa un lugar privilegiado en la historia del libro iluminado. No solo es una obra maestra de la miniatura castellana, sino también un símbolo de la espiritualidad del Císter y del esplendor cultural de la monarquía castellana en la Edad Media. Su estudio permite comprender el cierre de un ciclo artístico y espiritual que había comenzado más de doscientos años antes en los monasterios del norte de la Península, y que encuentra en este códice su expresión más refinada y monumental.


2. Historia y contexto del manuscrito

2.1. Origen y procedencia

El Beato de Las Huelgas fue concluido en el año 1220, según consta en la nota final del propio códice. Su creación se enmarca en el apogeo del Monasterio cisterciense de Santa María la Real de Las Huelgas, fundado hacia 1187 por el rey Alfonso VIII de Castilla y su esposa Leonor de Plantagenet. Este monasterio, concebido como centro espiritual de las mujeres de la alta nobleza y panteón real de Castilla, gozaba de una autonomía y relevancia sin precedentes, lo que explica la posibilidad de encargar un manuscrito de lujo como este.

El códice se asocia con el entorno de Burgos, ya que tanto las fuentes textuales como el análisis estilístico apuntan a que su elaboración tuvo lugar en un scriptorium cercano a la ciudad, más que en el propio monasterio. El taller monástico de Las Huelgas, en esa época, aún no alcanzaba el grado de desarrollo técnico ni la sofisticación artística que reflejan las miniaturas del manuscrito. Por ello, se considera más plausible que el trabajo se realizara en un centro especializado de la zona burgalesa, donde coincidieron varios artistas de distinto origen.

El manuscrito recibió el nombre de Beato de Las Huelgas porque en el siglo XVIII se encontraba documentado en la abadía burgalesa. El erudito Enrique Flórez, autor de la primera edición moderna del comentario de Beato, lo vio y lo describió allí. Con el tiempo, el códice salió del monasterio y pasó al extranjero, aunque los detalles de su traslado son desconocidos. Actualmente se conserva en la Pierpont Morgan Library de Nueva York, bajo la signatura M. 429, donde ha sido objeto de estudios, ediciones facsímiles y reproducciones científicas que han permitido su difusión y preservación.

2.2. El entorno histórico y cultural

La realización del Beato de Las Huelgas se sitúa en un contexto de profunda transformación del mundo medieval. En los primeros decenios del siglo XIII, Castilla vivía una etapa de consolidación política bajo el reinado de Alfonso VIII y su sucesor, Fernando III, mientras que la Orden del Císter extendía su influencia espiritual y artística por toda Europa. El monasterio de Las Huelgas, en particular, era un símbolo del poder regio y del ideal monástico femenino, donde se unían la devoción religiosa y el prestigio cortesano.

En el plano artístico, el códice refleja la transición entre el románico tardío y los primeros influjos del gótico. Su estilo combina el rigor compositivo y la monumentalidad de la tradición románica con una sensibilidad más dinámica y refinada, visible en los rostros, los pliegues y las composiciones simétricas. La presencia de rasgos bizantinos, perceptible en los esquemas frontales y el uso del oro, evidencia la persistencia de modelos internacionales en la miniatura castellana, alimentados por los contactos culturales de los reinos cristianos con el Mediterráneo oriental.

El siglo XIII fue también una época de renovación intelectual y espiritual. La cultura monástica seguía siendo un pilar de la vida cultural, pero se abría progresivamente a nuevas corrientes teológicas y filosóficas. En ese marco, los Beatos —comentarios al Apocalipsis concebidos como guías espirituales e instrumentos de meditación— mantuvieron su vigencia simbólica. El Beato de Las Huelgas, al incorporar además el Comentario de San Jerónimo sobre el Libro de Daniel, se sitúa precisamente en esa encrucijada entre la tradición monástica heredada y la nueva exégesis bíblica de orientación más erudita.

2.3. Destinatario o promotora de la obra

El colofón del manuscrito menciona que una noble dama ofreció el códice como donación a la Virgen María, patrona del monasterio, pero no indica su nombre. Esta omisión ha dado lugar a dos hipótesis principales sobre su promotora: la reina Berenguela de Castilla o la abadesa Sancha García.

Durante mucho tiempo se pensó que la donadora había sido Berenguela, hija de Alfonso VIII y viuda de Alfonso IX de León. Su estrecha relación con Las Huelgas, donde fueron enterrados sus padres y hermanos y donde ella misma se retiró antes de morir, hacía plausible esta atribución. Sin embargo, otros indicios apuntan hacia la figura de Sancha García, abadesa del monasterio entre 1207 y 1230, perteneciente a la Casa Real de Navarra.

Varios elementos refuerzan esta segunda hipótesis. En la gran inicial figurativa que abre el Comentario al Apocalipsis, aparecen leones y águilas de carácter heráldico, símbolos asociados a los reinos de León y Navarra. La misma combinación de emblemas se repite en un sarcófago coetáneo de la iglesia de Las Huelgas, adornado además con una cruz flordelisada, motivo frecuente en los sepulcros de las abadesas del monasterio. Todo ello sugiere una conexión directa con la abadesa Sancha García, cuya “vida especialmente devota y santa” es mencionada en el colofón del códice, y que habría dirigido la abadía precisamente en los años en que se ejecutó el manuscrito.

Sea cual fuere su promotora, resulta evidente que el Beato de Las Huelgas fue una obra de encargo de alto rango, concebida como ofrenda espiritual y símbolo de prestigio. Su monumentalidad, el empleo de materiales preciosos y la participación de artistas de procedencia diversa subrayan el nivel de recursos y el propósito solemne que acompañaron su creación. Más allá de su valor artístico, el códice refleja la estrecha unión entre la nobleza castellana, la espiritualidad cisterciense y la tradición del libro iluminado que caracterizó al monasterio de Las Huelgas como uno de los focos más significativos del arte medieval hispano.


3. El autor y los artífices del manuscrito

3.1. El copista y los iluminadores

El Beato de Las Huelgas es una obra colectiva en la que intervinieron al menos tres pintores identificables por su estilo y su participación en distintas secciones del códice. Estos artistas trabajaron de manera coordinada bajo un esquema cuidadosamente planificado, probablemente dirigido por un supervisor o diseñador general.

El primero de ellos, conocido como el Maestro de las ilustraciones introductorias o Maestro de Ildefonso, fue responsable de las imágenes iniciales que preceden al Comentario al Apocalipsis. Entre sus trabajos se encuentran la Cruz de Oviedo, la Maiestas Domini, las representaciones de los evangelistas y las amplias Tablas genealógicas que trazan la ascendencia de Cristo. Este artista recibe su nombre por el paralelismo estilístico con las miniaturas de un manuscrito de San Ildefonso conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, que muestra rasgos muy próximos en composición y tratamiento de figuras.

El segundo pintor, un iluminador castellano, se ocupó de la mayor parte de las ilustraciones del texto apocalíptico propiamente dicho. Su estilo presenta afinidades con un manuscrito de San Ildefonso conservado en la Catedral de Burgos, lo que confirma su origen local. Su trabajo es algo más rígido y lineal, aunque de gran corrección técnica y sentido narrativo.

El tercer artista fue un pintor toledano, autor de las ilustraciones introductorias y finales que destacan por su monumentalidad y dinamismo. Su estilo se ha relacionado con la pintura mural toledana, en particular con los frescos de Santa Cruz y San Román de Toledo. Se trata de un artista itinerante que probablemente fue llamado desde Toledo a Burgos para colaborar en la ejecución del códice, lo que explicaría la presencia de influencias foráneas en una obra realizada en el entorno castellano.

3.2. Rasgos estilísticos de cada artista

El Maestro de Ildefonso se caracteriza por un estilo que combina la tradición hispana con elementos de la iluminación carolingia y románica. Sus figuras poseen rostros serenos, trazos firmes y composiciones equilibradas, con un gusto por la simetría y la monumentalidad. Emplea con frecuencia colores intensos, especialmente azules y rojos, y utiliza marcos arquitectónicos de arcos polilobulados que recuerdan las portadas románicas. Su obra introduce un tono solemne y teológico, especialmente visible en las imágenes de la Cruz de Oviedo y la Maiestas Domini, que simbolizan el triunfo de Cristo y anticipan la temática apocalíptica del manuscrito.

El iluminador castellano, responsable de la mayor parte de las visiones del Comentario al Apocalipsis, muestra un trazo más sobrio y una tendencia a la frontalidad. Su trabajo refleja la influencia de los modelos mozárabes, pero reinterpretados con un sentido narrativo más ordenado. Las figuras son menos expresivas que las del Maestro de Ildefonso, aunque conservan una fuerte claridad compositiva y un equilibrio cromático que aporta unidad al conjunto. Su técnica, minuciosa y regular, contribuye a la coherencia del ciclo iconográfico.

El pintor toledano, por su parte, introduce una nota de monumentalidad y dramatismo. Sus composiciones son más amplias y dinámicas, con un tratamiento del espacio y del movimiento que revela la experiencia del muralista. Se aprecia en su obra una tendencia a las figuras de gran escala y a las escenas de estructura centralizada, como la Adoración del Cordero o la Visión del Entronizado con los veinticuatro Ancianos. Su estilo muestra influencias tanto bizantinas como catalanas, particularmente en el uso del color y la composición radial, lo que sugiere su conocimiento de modelos procedentes de los territorios de la Corona de Aragón.

3.3. El concepto artístico unificador

A pesar de la participación de tres artistas con estilos diferentes, el conjunto del Beato de Las Huelgas mantiene una sorprendente unidad visual y conceptual. Esta coherencia indica la intervención de un diseñador principal, responsable de coordinar el programa iconográfico y asegurar la continuidad del relato visual. Su papel habría sido el de establecer las pautas generales de las composiciones, definir el orden de las ilustraciones y garantizar que las diferencias de estilo no rompieran la armonía del conjunto.

La presencia de este coordinador se deduce también de la consistencia simbólica que recorre toda la obra. Las escenas están concebidas con un sentido monumental y teológico que trasciende la mera ilustración narrativa. Las composiciones centrales, las simetrías rigurosas y la reiterada relación entre visión y revelación visual refuerzan la idea de un plan común que da cohesión al manuscrito. Este planteamiento unificador convierte al Beato de Las Huelgas en una obra excepcional dentro de la tradición de los Beatos, donde el arte, la teología y la técnica alcanzan un equilibrio singular.


4. Descripción material del manuscrito

4.1. Soporte, formato y estructura

El Beato de Las Huelgas es un códice de dimensiones monumentales, considerado el de mayor tamaño entre todos los Beatos conservados. Su formato, más amplio que el habitual en los manuscritos de esta tradición, evidencia el alto rango del encargo y la importancia simbólica que se quiso conferirle. Esta característica, unida al uso de materiales nobles, lo distingue como una obra concebida para ser contemplada y venerada dentro de un contexto monástico o litúrgico de gran prestigio.

El manuscrito está compuesto por folios de pergamino, siguiendo la tradición de los códices medievales, y presenta una estructura ordenada en cuadernos con texto y miniaturas integrados de forma armónica. El soporte de piel, flexible y resistente, permite una excelente conservación de los pigmentos y metales empleados en las iluminaciones. Las miniaturas se distribuyen a lo largo de todo el manuscrito, alternándose con secciones textuales, genealogías e introducciones, de modo que el conjunto se convierte en una auténtica Biblia visual.

La disposición del texto sigue el modelo de los Beatos de la familia IIb, a la que pertenece este ejemplar, con amplios márgenes y escritura regular, lo que denota un trabajo de copista experto. La estructura incluye el Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana, los textos introductorios y el Comentario de San Jerónimo sobre el Libro del Profeta Daniel, además de genealogías, prólogos y apéndices que enriquecen su contenido. La organización visual y textual del códice refleja una planificación cuidadosa que combina precisión técnica con sentido teológico.

4.2. Estado de conservación

A pesar de su antigüedad, el Beato de Las Huelgas se encuentra en excelente estado de conservación. Las ilustraciones conservan gran parte de su colorido original, y las aplicaciones de oro y plata mantienen un brillo notable. Las zonas con pérdida de pigmento o pequeños desgastes son escasas y localizadas, lo que sugiere un uso limitado y una posterior preservación en condiciones favorables.

El códice ha pasado por diferentes manos y lugares antes de su ingreso en la Pierpont Morgan Library, donde se encuentra actualmente protegido en condiciones de conservación controladas. La reproducción facsimilar realizada por la Editorial Scriptorium permite estudiar sus detalles sin comprometer la integridad del original, contribuyendo a la difusión y protección de esta joya del patrimonio bibliográfico.

4.3. Características del texto

El texto del Beato de Las Huelgas está copiado en latín, la lengua litúrgica y erudita del cristianismo medieval. La caligrafía es clara y precisa, propia de un copista profesional, y emplea una escritura de tipo gótica temprana, característica del siglo XIII. Las letras iniciales y capitulares están cuidadosamente ornamentadas, muchas de ellas con decoración figurativa o heráldica, como la inicial que abre el Comentario al Apocalipsis, donde aparecen leones y águilas en referencia a los emblemas regios o monásticos vinculados al manuscrito.

El texto se complementa con numerosas inscripciones explicativas en las miniaturas, utilizadas para identificar personajes, lugares o pasajes bíblicos. Estas leyendas, integradas visualmente en la composición, permiten al lector relacionar texto e imagen de manera directa, cumpliendo así una función didáctica y devocional.

El uso de metales preciosos, en especial oro y plata, es uno de los rasgos distintivos del manuscrito. Aplicados en fondos, halos y detalles ornamentales, realzan el carácter sagrado de las escenas y refuerzan el valor simbólico de la luz divina. Esta técnica, poco común en otros Beatos, convierte al ejemplar de Las Huelgas en una obra de lujo, destinada sin duda a un entorno de élite espiritual y social. La combinación de pergamino, escritura cuidada y materiales preciosos confiere al códice una presencia majestuosa, reflejo tanto del arte de los scriptoria medievales como del fervor religioso que inspiró su creación.


5. Contenido del manuscrito

5.1. El Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana

El núcleo del Beato de Las Huelgas lo constituye el Comentario al Apocalipsis redactado por Beato de Liébana en el siglo VIII, una obra que, a lo largo de los siglos, fue copiada, interpretada y enriquecida en numerosos scriptoria hispanos. En el caso del códice de Las Huelgas, este texto aparece acompañado de una serie de introducciones, prólogos, ilustraciones y dos colofones finales que enmarcan la obra dentro de la tradición de los Beatos y documentan su culminación en el año 1220.

El Comentario explica el Libro del Apocalipsis de San Juan, un texto complejo cargado de simbolismo escatológico, interpretado por Beato como una visión del triunfo final de Cristo sobre el mal y una guía moral para los fieles. En el contexto del siglo XIII, cuando se realizó el códice, este mensaje conservaba una vigencia espiritual profunda. El texto, acompañado por imágenes que refuerzan su dimensión visionaria, servía como instrumento de meditación y enseñanza para la comunidad monástica.

El Beato de Las Huelgas pertenece a la familia IIb de la tradición textual, derivada del Beato de Gerona y del Beato de Tábara. Esto se aprecia tanto en su organización interna como en las características de su programa iconográfico. A diferencia de otros ejemplares, el códice burgalés presenta un programa iconográfico que enfatiza especialmente ciertos episodios, en los que se da especial relevancia a las visiones de Juan, la figura del Cordero, la Jerusalén celestial y la lucha final entre las fuerzas del bien y del mal. Las miniaturas que acompañan estos episodios muestran una clara intención doctrinal, al tiempo que ofrecen un despliegue artístico de notable monumentalidad.

En el texto se intercalan prólogos patrísticos, entre ellos el de San Jerónimo, Victorino de Pettau y Prisciliano, así como las habituales dedicatorias de Beato a Eterio de Osma. Estas secciones introductorias, junto con las iniciales figuradas y las escenas simbólicas, otorgan al manuscrito una estructura teológica compleja en la que el texto sagrado y su interpretación visual forman un todo inseparable.

5.2. El Comentario de San Jerónimo sobre el Libro del Profeta Daniel

Uno de los aspectos más singulares del Beato de Las Huelgas es la inclusión del Comentario de San Jerónimo sobre el Libro del Profeta Daniel, un texto que solo aparece en catorce Beatos conocidos. Su incorporación en este códice amplía considerablemente su alcance doctrinal, vinculando las visiones proféticas de Daniel con las revelaciones apocalípticas de Juan. Ambas obras comparten un eje temático común: la llegada del Anticristo, la lucha final entre el bien y el mal y la esperanza en la victoria de Cristo al final de los tiempos.

El Comentario de Jerónimo, redactado entre los años 385 y 393, fue traducido al latín a partir del texto hebreo y constituye una defensa de la interpretación cristiana frente a las objeciones de autores paganos como Porfirio, que negaban el carácter profético del libro de Daniel. En esta obra, Jerónimo se enfrenta a múltiples críticas, incluso de algunos sectores cristianos, por su decisión de traducir directamente del hebreo y no de la versión griega de los Setenta. Su exégesis combina el rigor filológico con la convicción teológica de que Daniel fue un profeta auténtico, capaz de predecir los acontecimientos históricos que culminarían con el nacimiento de Cristo y, finalmente, con el triunfo de Dios sobre las fuerzas del mal.

El texto jeronimiano tuvo una influencia directa sobre la obra de Beato de Liébana. Muchos pasajes del Comentario al Apocalipsis reproducen fragmentos o ideas procedentes de la exégesis de Daniel, especialmente en lo relativo al Anticristo y al fin de los tiempos. Por ello, la presencia del texto de Jerónimo en el Beato de Las Huelgas no solo refuerza su autoridad teológica, sino que lo convierte en una síntesis de las dos grandes visiones proféticas del cristianismo primitivo.

En el Beato de Las Huelgas, el Comentario de Daniel concluye con un conjunto textual y visual de extraordinaria importancia histórica. En el folio 182v se conserva la Subscriptio Emeterii, conocida en los estudios modernos como el primer colofón del manuscrito, ya que reproduce el texto final del antiguo Beato de Tábara, donde Emeterio menciona a su maestro Magio. A continuación, en el folio 183r, se copia la célebre miniatura de la Torre de Tábara, representación del scriptorium del monasterio leonés. Ambos elementos, texto e imagen, fueron integrados en el ejemplar de Las Huelgas como homenaje directo al modelo tabarense, que ha perdido la mayor parte de sus ilustraciones originales. Su presencia convierte al códice burgalés en una fuente esencial para comprender el aspecto del manuscrito de Tábara.

5.3. Otras secciones y prólogos

El Beato de Las Huelgas se abre con un amplio conjunto de ilustraciones introductorias de contenido cristológico que preparan al lector para la lectura del Apocalipsis. Entre ellas se incluyen la Cruz de Oviedo, la Maiestas Domini, las imágenes de los evangelistas y las extensas tablas genealógicas de los antepasados de Cristo. Estas genealogías, organizadas en estructuras de medallones y acompañadas de escenas como la Caída, la Expulsión del Paraíso, el envío de la paloma por Noé o la Adoración de los Reyes Magos, trazan la ascendencia de Jesús desde Adán hasta el momento del nacimiento de Cristo. Su función es presentar la historia sagrada como una continuidad que culmina en el Mesías.

Tras estas páginas iniciales, el manuscrito reúne los prólogos que preceden al Comentario al Apocalipsis. Se encuentran la dedicatoria de Beato a Eterio de Osma, el prólogo de San Jerónimo al comentario de Victorino de Pettau y el texto atribuido a Prisciliano, Iohannes apostolus et evangelista. Estas secciones, acompañadas de iniciales decoradas e imágenes simbólicas, introducen los temas teológicos que se desarrollarán a lo largo del códice.

En el tramo final del manuscrito figuran dos colofones, que cierran de forma solemne la obra.
El primero es el colofón heredado del Beato de Tábara, ya comentado en el apartado anterior, copiado en el folio 182v y vinculado a la figura de Emeterio.

El segundo, propio del códice de Las Huelgas, aparece en el folio 184r. Fechado en septiembre de 1220, expresa la gratitud del escriba por la finalización del volumen y menciona a la dama benefactora que costeó la obra en honor de la Virgen María y de San Juan Evangelista. Este colofón refleja el ambiente espiritual del monasterio cisterciense y la relevancia simbólica que se otorgó al manuscrito como obra de devoción y prestigio.


6. Las ilustraciones del manuscrito

6.1. Programa iconográfico general

El Beato de Las Huelgas contiene uno de los programas iconográficos más extensos y ambiciosos de toda la tradición de los Beatos. En total, incluye alrededor de noventa miniaturas, de las cuales varias ocupan páginas completas o dobles páginas, algo poco común incluso entre los códices más lujosos. Este despliegue visual transforma el manuscrito en un auténtico compendio teológico ilustrado, donde el texto, la imagen y la estructura del libro se integran en una unidad coherente.

El ciclo de imágenes se organiza en tres grandes bloques:

  1. Las miniaturas introductorias y genealógicas, que preceden al texto del Apocalipsis.
  2. Las ilustraciones apocalípticas propiamente dichas, que siguen la secuencia narrativa del comentario de Beato de Liébana.
  3. Las imágenes del Libro de Daniel, que acompañan el comentario de San Jerónimo y completan el programa visual.

Las primeras trece páginas del manuscrito están dedicadas a las ilustraciones introductorias, entre ellas la Cruz de Oviedo, la Maiestas Domini, las figuras de los evangelistas con sus símbolos y las Tablas genealógicas que trazan la línea de descendencia de Cristo. Este conjunto funciona como un prólogo visual que resume los fundamentos de la fe cristiana antes de entrar en las visiones del Apocalipsis.

A partir del folio 21 comienza el ciclo apocalíptico, con representaciones de las Cartas a las siete iglesias de Asia, las visiones del trono celestial, la apertura de los sellos, las trompetas, la lucha del dragón contra la mujer vestida de sol, la caída de Babilonia y la aparición de la Jerusalén celestial. Las imágenes no solo siguen la estructura narrativa del texto, sino que también interpretan visualmente su contenido teológico, reforzando los temas del juicio, la redención y el triunfo de Cristo.

Finalmente, el manuscrito incluye diez miniaturas del Libro de Daniel, que acompañan el comentario de San Jerónimo. Estas imágenes muestran escenas proféticas como el Sueño de Nabucodonosor, los Tres jóvenes en el horno, el Festín de Baltasar, Daniel en el foso de los leones y la Visión del Anciano de Días. El ciclo concluye con la miniatura de Daniel y los ángeles a orillas del Tigris, símbolo de la revelación final. La última imagen del manuscrito es la Torre de Tábara, réplica de la miniatura del antiguo Beato leonés, seguida del colofón que señala la finalización del códice en el año 1220.

En conjunto, el programa iconográfico del Beato de Las Huelgas constituye una síntesis de la tradición visual de los Beatos anteriores, reinterpretada con una monumentalidad inédita. Las imágenes funcionan como una catequesis ilustrada que guía al lector a través de los misterios de la historia sagrada.

6.2. Estilo y características técnicas

El estilo de las miniaturas del Beato de Las Huelgas refleja el momento de transición entre el románico tardío y los primeros influjos del gótico. Las figuras se presentan con una gran frontalidad y una marcada rigidez heredada de la tradición románica, pero al mismo tiempo muestran un incipiente interés por el movimiento, la expresividad y la individualización de los rostros. Los artistas recurren con frecuencia a composiciones simétricas y a marcos arquitectónicos que ordenan la escena, reforzando su carácter sagrado y ceremonial.

Uno de los rasgos más notables es el uso de colores intensos y contrastados: rojos, naranjas, verdes y amarillos predominan sobre los tonos fríos, aunque también aparecen azules y violetas en áreas secundarias. Los pigmentos se aplican en capas transparentes sobre el pergamino, con sombreados en tonos más oscuros que aportan volumen y relieve. El color verde, de textura opaca, se descascarilla con mayor facilidad, lo que sugiere la utilización de un pigmento mineral inestable.

El empleo de oro y plata es excepcionalmente abundante. El dorado aparece en halos, coronas, cálices, objetos litúrgicos y detalles arquitectónicos, mientras que la plata —hoy ennegrecida por el paso del tiempo— se utilizó en las letras alfa y omega y en ciertos instrumentos de la Pasión. Este uso de metales preciosos otorga a las imágenes una luminosidad simbólica que refuerza la idea de la luz divina como fuente de conocimiento y salvación.

Las composiciones recurren a menudo a mandorlas y círculos radiantes en torno a Cristo o a las figuras celestiales, recurso que subraya la jerarquía y la trascendencia. En las escenas visionarias del Apocalipsis se utilizan esquemas circulares y radiales, posiblemente inspirados en modelos de pintura mural o en mosaicos bizantinos, lo que sugiere que los artistas pudieron adaptar fórmulas de las artes monumentales al formato del códice.

Aunque el manuscrito muestra diferencias estilísticas atribuibles a varios artistas, el conjunto mantiene una notable coherencia cromática y compositiva, lo que demuestra una dirección unitaria y una clara intención estética. La combinación de rigor simbólico, equilibrio formal y riqueza decorativa convierte al Beato de Las Huelgas en una de las obras más refinadas de la miniatura castellana del siglo XIII.

6.3. Influencias artísticas y comparaciones

El Beato de Las Huelgas recoge influencias de diversas tradiciones artísticas que confluyen en Castilla durante el siglo XIII. Por una parte, mantiene la herencia de los Beatos mozárabes y románicos de los siglos anteriores, en especial los modelos del Beato de Tábara y el Beato de Gerona, cuyas estructuras narrativas y tipos iconográficos sirvieron de base para las nuevas versiones castellanas. Por otra, incorpora elementos bizantinos y recursos decorativos del arte gótico primitivo, propios de un contexto más internacional.

Las similitudes con los Beatos de San Pedro de Cardeña y de Manchester son particularmente estrechas, lo que sugiere un vínculo directo con el scriptorium de Cardeña, uno de los más activos de la Castilla de finales del siglo XII. Las analogías en la disposición de las figuras, la estructura de las escenas y el uso del color refuerzan la hipótesis de que el taller que produjo el Beato de Las Huelgas tuvo relación con el entorno de ese monasterio o con artistas formados en él.

Al mismo tiempo, las miniaturas muestran afinidades con la pintura toledana de comienzos del siglo XIII, visible en los frescos de Santa Cruz y San Román, así como en manuscritos litúrgicos producidos en la capital del antiguo reino visigodo. Esta influencia se aprecia especialmente en el tratamiento de los rostros, el dinamismo de las figuras y la organización escenográfica de las visiones apocalípticas.

También se han señalado paralelismos con códices catalanes y franceses, en particular con las Bibles Moralisées y con el Liber Feudorum Maior, tanto en la composición circular de las visiones como en la integración de marcos ornamentales. Estas correspondencias evidencian que los artistas castellanos conocían modelos procedentes de talleres europeos, adaptándolos a su propia tradición visual.

El resultado es un estilo híbrido y profundamente original, que resume la evolución de la miniatura hispánica desde el siglo X hasta el XIII. En el Beato de Las Huelgas confluyen la espiritualidad románica, el simbolismo bizantino y la sensibilidad narrativa del gótico inicial, dando lugar a un lenguaje visual de transición que marca el cierre glorioso de la tradición de los Beatos iluminados.

6.4. Miniaturas destacadas

El manuscrito del Beato de Las Huelgas incluye un conjunto excepcional de miniaturas que ilustran distintas partes de su contenido. En este apartado se analizan algunas de las más representativas, seleccionadas por su importancia artística, simbólica o doctrinal. La muestra abarca escenas introductorias, episodios del Apocalipsis, pasajes del Libro de Daniel y elementos heredados del antiguo Beato de Tábara, de modo que ofrecen una visión completa de la riqueza visual del códice.

Los cuatro Evangelistas (ff. 2v a 6r)

Las imágenes de los Evangelistas forman parte de las ilustraciones introductorias del manuscrito y resultan peculiares dentro de la tradición de los beatos, ya que el Comentario al Apocalipsis no incluye texto evangélico. Su presencia parece derivar de modelos carolingios, donde era habitual acompañar los libros de los evangelios con retratos de sus autores. En el Beato de Las Huelgas estas imágenes sirven como apertura solemne del códice y como referencia visual a la historia de la revelación cristiana.

Cada evangelista se representa mediante una doble página: a la izquierda aparece el evangelista entronizado junto a un testigo, y a la derecha dos ángeles sostienen su evangelio. Ambos folios están enmarcados por arcadas, cuyos tímpanos muestran dos veces el símbolo del evangelista, primero como figura completa y luego como versión alada antropomorfa. Aunque estos elementos derivan de la iluminación carolingia, su combinación exacta no coincide con ningún modelo conocido, lo que sugiere la existencia de un tipo intermedio hoy perdido.

En los manuscritos tardorrománicos, incluido Las Huelgas, la figura entronizada se identifica claramente como el evangelista, mientras que la figura de pie representa a un santo o apóstol. En el caso de Juan, su acompañante se reconoce como Pedro por la llave que porta. El conjunto sigue fielmente los modelos mozárabes del siglo X y la tradición del Beato de Tábara, con adaptaciones tardorrománicas visibles en los arcos polilobulados y el frontón flanqueado por torres.

Algunos detalles permiten detectar variantes propias del linaje textual. En la imagen de Juan, los ángeles sostienen lanzas en lugar de bastones rituales, una peculiaridad que coincide con el Beato de Gerona y que probablemente surgió por una interpretación errónea del modelo original. El ciclo completo incluye ocho miniaturas y establece un prólogo visual que enlaza la enseñanza evangélica con la visión profética del Apocalipsis.

Las Tablas Genealógicas de los antepasados de Cristo (ff. 6v a 12r)

Las tablas genealógicas forman uno de los conjuntos más extensos e impresionantes de las ilustraciones introductorias del Beato de Las Huelgas. Son doce páginas a toda plana que trazan la genealogía de Cristo en forma de árbol, con cerca de seiscientos nombres inscritos en medallones enlazados. A diferencia de las imágenes de los evangelistas, estas tablas proceden de la tradición de las biblias hispanas altomedievales, como las de San Isidoro de León o la de San Millán de la Cogolla, y se integran en los beatos bajo el título de Genealogia ab Adam usque ad Christum per ordines linearum.

La sucesión de medallones se organiza en varias edades que recorren la historia sagrada desde Adán y Eva hasta el nacimiento de Cristo. Los patriarcas y personajes más relevantes del Antiguo Testamento no solo aparecen nombrados, sino también destacados mediante bustos o pequeñas escenas, de modo que la cadena de nombres se convierte en un relato visual. En la rama IIb, a la que pertenece el manuscrito de Las Huelgas, las tablas se caracterizan por un contenido pictórico más rico, aunque a costa de una mayor acumulación de errores y lagunas textuales. El códice amplía escenas como el Pecado original, la Expulsión del Paraíso, el trabajo de los primeros padres o el episodio del Diluvio en la tabla de Noé, lo que demuestra un claro interés por convertir la genealogía en una auténtica narración ilustrada.

Otro rasgo distintivo es la manera en que las tablas conducen hacia la Encarnación. Mientras que los manuscritos de la rama IIa suelen concluir con la Anunciación, las tablas del grupo de Gerona y de Las Huelgas finalizan con la Adoración de los Reyes Magos. En este códice, la escena se enriquece con una composición arquitectónica, el movimiento de los Reyes de izquierda a derecha y la figura de un doncel que guía los caballos hacia una puerta, además de las inscripciones con los nombres Melchior, Baltasar y Gaspar. Todo el conjunto refuerza la idea de que la larga cadena de antepasados converge en Cristo y en la redención anunciada en el Apocalipsis.

San Miguel matando al dragón con Cristo en majestad (f. 13r)

La imagen de San Miguel derrotando al dragón marca el final de las ilustraciones introductorias y enlaza directamente con el ciclo apocalíptico. En el folio anterior (12v) se conserva el texto, escrito dentro de un gran marco en forma de cruz, de la antigua fábula cristiana del pájaro y la serpiente, motivo que tradicionalmente concluía las tablas genealógicas en numerosos beatos y biblias hispanas. Aunque el códice mantiene el texto de la fábula, sustituye su imagen habitual por esta nueva composición, lo que subraya su intención teológica y su papel de transición hacia el Apocalipsis.

La miniatura presenta a Miguel en una postura frontal, venciendo al dragón con una lanza rematada en cruz, mientras que sobre él aparece Cristo entronizado dentro de un clípeo sostenido por dos ángeles. A ambos lados, dos grandes dragones alados enmarcan la escena y rodean visualmente el medallón de Cristo, lo que otorga al conjunto la apariencia de una monumental inicial figurativa.

El cambio de iconografía no altera el sentido profundo del motivo. La fábula explicaba cómo un ave engañaba a la serpiente encubriendo su aspecto, comparación directa con la Encarnación de Cristo, que vence a Satanás mediante “las palabras de su boca”. La lucha de Miguel contra el dragón del capítulo XII del Apocalipsis transmite esa misma idea, y la tradición exegética identificó al arcángel como figura de Cristo triunfante. El Comentario de Beato y otros autores medievales refuerzan esta equivalencia, destacando que Miguel representa la victoria de Cristo por su Pasión y Muerte.

La miniatura de Las Huelgas articula así, mediante un motivo apocalíptico, el mismo mensaje que la antigua “Lucha entre el pájaro y la serpiente”, pero adaptado al contexto de las visiones que seguirán en el manuscrito.

Los Doce Apóstoles (f. 31r)

Esta imagen introduce el Mapamundi que sigue a continuación y sirve para resolver un problema que surgió en la edición más reciente del Beato del siglo X: en el mapa desaparecieron los bustos de los apóstoles que originalmente indicaban las regiones asignadas a cada uno para predicar, con lo que el sentido de la imagen quedó incompleto. Para compensarlo, la rama IIb del manuscrito incorporó una nueva miniatura a toda página con los Doce Apóstoles, concebida como un puente entre el prólogo del Libro II y el Mapamundi.

El texto de Beato, basado en un pasaje de Isidoro de Sevilla, enumera las regiones que cada apóstol debía evangelizar, y concluye indicando que esta distribución puede verse en la imagen siguiente. La miniatura de Las Huelgas responde a esta intención, aunque su disposición difiere de la versión más literal de los beatos de Gerona y Turín, donde incluso se añadieron inscripciones con los destinos asignados a cada apóstol. En cambio, en Las Huelgas los apóstoles se muestran en una única página, distribuidos en tres registros superpuestos.

El orden de los nombres coincide con el del Beato de Manchester, otro representante de la rama IIb, e incluye a Pedro, Andrés, Tomás, Juan, Mateo, Felipe, Bartolomé, Simón el Zelotes, Santiago, Pablo e Iacobus. Como ocurre en todos los testimonios de esta familia textual, falta Judas Tadeo y se incorpora en su lugar a Pablo. La figura de Pedro se distingue mediante la llave, su atributo más característico, mientras que los demás sostienen libros.

En el códice de Las Huelgas, los apóstoles aparecen sentados en tronos, una particularidad que no se repite en otros manuscritos de la rama IIb, donde suelen representarse de pie. También es característico su tratamiento expresivo: los apóstoles se vuelven unos hacia otros con gestos de conversación, y sus edades se diferencian de manera visible mediante la presencia o ausencia de barba.

Mappamundi (ff. 31v–32r)

El gran mapa del mundo ocupa dos páginas y constituye una de las ilustraciones más estudiadas de los beatos. Su origen se encuentra en el modelo isidoriano del mapa en forma de T-O, que divide el orbe en tres continentes bajo un contorno rodeado por el océano. En el códice de Las Huelgas este esquema se adapta a la estética de la edición más reciente del Beato mediante un marco rectangular u ovalado y una representación ampliada del Paraíso. En esta versión, el árbol del conocimiento aparece colocado entre Adán y Eva, un detalle característico del manuscrito frente a otros ejemplos de la misma familia textual.

El mapa conserva elementos esenciales del prototipo antiguo, como la mención al cuarto continente meridional, reservado a pueblos desconocidos, aunque ya no se representen visualmente. También mantiene la distribución de mares y fronteras: el Mediterráneo divide Europa y Asia, mientras que el mar Rojo y el golfo Arábigo separan África del Oriente. La masa terrestre está rodeada por el océano, donde se dibujan islas, peces y pequeñas embarcaciones.

El Mappamundi de la rama IIb, al que pertenece Las Huelgas, presenta diversas imprecisiones respecto al modelo isidoriano. Asia aparece desplazada hacia la parte superior izquierda; el mar Rojo se sitúa anómalamente al sudeste; y la Península Ibérica y Aquitania muestran una mezcla de detalle y desajustes, como la ubicación de Zaragoza junto a Narbona. A pesar de estos errores, la imagen conserva su intención simbólica: ofrecer una síntesis visual del mundo que sirva de marco geográfico para la historia sagrada.

Las cartas a las Siete Iglesias de Asia Menor (Ap. II–III) (f. 40r a 56r)

Las siete miniaturas dedicadas a las Iglesias de Asia Menor ilustran un pasaje de difícil representación, ya que las cartas que Cristo encomienda a Juan contienen juicios espirituales y advertencias morales. La tradición visual medieval resolvió este problema mostrando el momento de la entrega: Juan entrega el libro al ángel correspondiente, situado junto a una iglesia identificada únicamente por su arquitectura. El Beato de Las Huelgas sigue esta fórmula general, pero con características propias de la rama IIb.

En este códice, la iglesia aparece representada en sección transversal, con un altar cubierto por un paño, un cáliz y, en muchas de las imágenes, lámparas colgantes. La escena suele ocupar solo una parte de la página, como ocurre en la mayoría de los manuscritos de la edición más reciente. Algunas miniaturas añaden elementos característicos del grupo de Gerona y Turín, como cortinas que se abren en las arcadas o árboles situados a los lados.

Cada carta presenta variantes que muestran tanto la creatividad del pintor como la influencia del modelo de Tábara. En la carta a Éfeso (40r), la iglesia aparece abierta por un arco polilobulado con cortinas, mientras que en Esmirna (42v) la arcada se divide en dos arcos de medio punto con lámparas suspendidas. En Pérgamo (45v), Juan y el ángel se sitúan sobre el espacio arquitectónico, y la composición se amplía con un segundo edificio vacío para completar la página. Tiatira (48r) introduce dos elementos singulares: Juan levantando el libro con un gesto característico de la rama IIb y la colocación de las dos figuras a la derecha de la iglesia.

Las escenas de Sardes (50r), Filadelfia (52v) y Laodicea (56r) mantienen el esquema básico, con ligeras variaciones en la disposición de los arcos, la presencia de cortinas o la altura de los edificios. A pesar de estas diferencias, todas las imágenes comparten la misma función: visualizar el mensaje profético que inaugura el ciclo apocalíptico del manuscrito.

La Visión del Dios entronizado (Ap. IV, 1-6) (f. 59v)

Este pasaje inaugura el núcleo teológico del Apocalipsis y constituye una de las imágenes fundamentales del universo simbólico medieval. En la tradición de los beatos, el episodio suele representarse en formato vertical y a página completa: Cristo aparece entronizado dentro de una aureola circular de la que irradian relámpagos y truenos, mientras las siete lámparas de vasija cuelgan a ambos lados. Sobre y bajo la aureola se disponen los veinticuatro ancianos coronados, y en la parte inferior Juan aparece arrebatado en espíritu, conectado con la visión por una línea serpenteante que asciende hacia un pájaro espiritual dentro de la aureola.

El Beato de Las Huelgas transforma este modelo de manera notable. Debido al espacio horizontal reservado por el copista, el miniaturista reorganiza por completo la escena creando una composición circular única dentro de la tradición del Comentario. En lugar de situar a los ancianos en dos filas sobre y bajo la aureola, los coloca formando un anillo completo alrededor de Cristo, lo que refuerza el carácter visionario del conjunto y genera una imagen de gran dinamismo.

El borde exterior se rodea de una franja de nubes, desde la cual emergen los relámpagos y voces mencionados por el texto. Como estos elementos deberían proceder directamente del trono divino, el pintor introduce además líneas rojas que irradian desde la figura de Cristo para subrayar su origen. Las siete lámparas, sin espacio suficiente en los laterales, se desplazan al borde superior, mientras que la figura de Juan se comprime en la esquina inferior. La línea serpenteante que lo unía al pájaro espiritual se omite, aunque se conservan las inscripciones que explican la escena, coincidentes en lo esencial con las del Beato de Gerona.

La Palmera (Ap. VII, 9 / Comentario de Beato IV, 6) (f. 85r)

Esta ilustración no representa un pasaje narrado directamente en el Apocalipsis, sino una interpretación exegética tomada del Comentario de Beato. El origen del motivo se encuentra en las Moralia in Iob de Gregorio Magno, de donde Beato extrae la comparación entre la palmera y la vida de los justos. Según esta lectura, la parte inferior del árbol es áspera y estrecha, símbolo de las dificultades y desprecios que los elegidos sufren en la tierra; en cambio, la copa alta y frondosa, cargada de frutos, representa la plenitud y gloria reservadas a los fieles en el cielo. La imagen ilustra así el versículo “y con palmas en sus manos” (Ap. VII, 9), asociando el árbol al triunfo espiritual de los elegidos.

En la tradición de los beatos, la Palmera aparece en distintos puntos del Comentario y no suele ir enmarcada. En la familia IIb, a la que pertenece Las Huelgas, se sitúa antes del pasaje «Palma vero minoris amplitudinis». Sin embargo, esta rama modifica de forma significativa el sentido simbólico del motivo. En lugar de mostrar a los elegidos portando ramas, como ocurre en la familia IIa, la escena se transforma en una imagen de carácter profano: un hombre con vestimenta ligera trepa al tronco con una herramienta curvada para cortar los frutos. Esta reinterpretación hace que la metáfora espiritual desaparezca casi por completo.

El miniaturista del Beato de Las Huelgas acentúa el naturalismo de la escena. La forma del tronco, el volumen de la copa y el tratamiento de las raíces reflejan un interés por representar el árbol con mayor fidelidad, un rasgo que comparte con el Beato de Arroyo. Aunque en otros manuscritos de la misma familia se añaden inscripciones o elementos complementarios, la versión de Las Huelgas se centra en la acción del recolector y en la presencia dominante de la propia palmera.

La aparición de los Siete Ángeles con Trompetas (Ap. VIII, 2-5) (f. 86v)

Esta miniatura inicia el ciclo de las siete trompetas, cuyos toques desencadenan nuevos cataclismos en la narrativa apocalíptica. En la edición más reciente del Beato, la escena suele organizarse en tres franjas horizontales, aunque en la rama IIb se simplifica a dos. La versión de Las Huelgas sigue este diseño reducido y ocupa una página completa, algo poco frecuente en este códice.

En la zona superior aparecen los siete ángeles con trompetas, alineados a la derecha y acercándose al Señor. El texto menciona que permanecían de pie ante Dios y recibieron las trompetas, pero la imagen omite ese momento de la entrega. Aun así, Cristo, entronizado dentro de una aureola en la parte izquierda, se inclina hacia ellos con un gesto que puede interpretarse como una alusión indirecta a ese acto.

La franja intermedia representa al ángel del incensario, situado sobre un altar en forma de T, tal como indica la versión de la Vetus Latina que cita Beato. En los ciclos no hispanos, influenciados por la Vulgata, el ángel se representa ante el altar; aquí, siguiendo fielmente el comentario, aparece sobre él. En Las Huelgas se aparta del modelo habitual en un detalle significativo: el ángel no mira hacia el Señor, sino hacia abajo, y su incensario está ya volcado, anunciando la acción que viene a continuación.

El mismo ángel aparece por segunda vez descendiendo hacia la tierra y arrojando el contenido del incensario, de cuyo interior surgen flechas de fuego. A diferencia de la rama IIa, esta versión no incluye la representación de la tierra con árboles y arbustos. Un elemento distintivo del folio es la orla estrellada que rodea casi toda la composición, cuyo significado no se explica en las fuentes, pero añade un marco visual singular. La inscripción del ángel coincide con la del Beato de Gerona: «et ángelus apperuit turibulum misit eum in térra et factus sunt fulgura».

Los jinetes sobre caballos con cabeza de león (Ap. IX, 17-21) [La caballería de la muerte] (f. 94r)

Esta imagen continúa la visión asociada a la sexta trompeta y retoma elementos ya presentes en la miniatura de la quinta trompeta. La composición se organiza de forma simétrica: en la parte superior aparecen cuatro criaturas fantásticas dispuestas en dos parejas enfrentadas, cada una montada por un jinete. En la franja inferior, numerosos cadáveres desnudos yacen sobre el suelo, representando a la tercera parte de la humanidad que, según el Apocalipsis, es exterminada por esta caballería.

Los animales se ajustan a la descripción del texto bíblico. Son caballos con cabezas de león que escupen fuego y cuyas colas, semejantes a serpientes, atacan a sus víctimas mordiéndolas en la cabeza. Los humanos caídos suelen ser representados desnudos, con los ojos cerrados para subrayar su condición de muertos. Los jinetes llevan armaduras, reflejando la mención de las corazas en el pasaje apocalíptico.

Uno de los aspectos más llamativos de estas escenas es el tratamiento de la cabeza de los jinetes. En algunos manuscritos de la rama II aparecen con yelmos o incluso nimbos, aunque estos últimos resultan contradictorios con el sentido del texto, pues tanto jinetes como monturas representan fuerzas demoníacas y la figura de los falsos cristianos. En la rama IIb, salvo en Gerona y Turín, los jinetes llevan pañuelos anudados a modo de turbante, un recurso iconográfico utilizado habitualmente para identificar a musulmanes y pueblos orientales. Aunque Beato no vincula este pasaje con los paganos, el prototipo de esta rama parece haber asociado visualmente a estos jinetes con el mundo árabe, como también ocurre en la ilustración de las cuatro bestias del prólogo.

La versión de Las Huelgas, nuevamente a página completa, conserva de forma clara esta característica. Los cuatro jinetes llevan turbantes, lo que refuerza la idea de que este detalle ya debía estar presente en el modelo directo del manuscrito. Las inscripciones coinciden con las de los beatos de Gerona y Turín e identifican los dos elementos principales: los caballos con cabeza de león que escupen fuego y la mortandad de la tercera parte de los hombres.

Ciclo de los Dos Testigos (Ap. XI, 3-14) (ff. 97r, 98r y 99r)

El Beato de Las Huelgas desarrolla en tres escenas continuas el episodio de los dos testigos, cuya misión, muerte y glorificación ocupan un lugar destacado dentro del Apocalipsis. El ciclo comienza con su presentación: los dos hombres aparecen de pie, revestidos con mantos de capucha que evocan hábitos monásticos. A su lado se sitúan los elementos simbólicos mencionados por el texto, los dos olivos y los dos candeleros, que en la tradición de la edición más reciente adoptan forma de candelabros verticales. Las inscripciones los identifican como Elías y Enoc, siguiendo la interpretación exegética más extendida en la alta Edad Media.

La escena siguiente representa su muerte. Aunque el Apocalipsis afirma que la bestia del abismo les quita la vida, Beato atribuye el asesinato al Anticristo y esta lectura se refleja en las inscripciones. Sobre la ciudad amurallada que ocupa el registro superior se desarrolla un asedio violento: los habitantes se apiñan dentro de la puerta mientras dos soldados atacan desde ambos lados. El asalto abre brechas en las murallas y anticipa la ejecución que se muestra abajo. Allí los testigos son decapitados por un verdugo sin atributos distintivos, acompañado por dos ayudantes armados. El manuscrito mantiene inscripciones que mencionan al Anticristo, aunque la figura no está caracterizada visualmente, lo que genera un contraste evidente entre texto e imagen.

El ciclo culmina con la ascensión de los testigos. Cristo aparece entronizado en la parte superior, rodeado por ángeles que lo aclaman. A continuación, los testigos ascienden hacia él envueltos en una nube compacta que en Las Huelgas adopta forma de colina, un rasgo compartido con otros manuscritos de la rama IIb. A un lado, sus seguidores contemplan la escena con asombro. En un registro inferior se muestran los adoradores que reconocen la gloria de Dios tras el prodigio y, finalmente, las consecuencias del terremoto que destruye parte de la ciudad: puertas volcadas y cadáveres de los habitantes. En Las Huelgas todos los muertos aparecen vestidos, detalle que lo distingue de otros ejemplares del mismo grupo.

La Mujer vestida de sol y el Dragón de siete cabezas (Ap. XII, 1-16) (ff. 101v-102r)

La ilustración dedicada al capítulo XII es una de las composiciones más ambiciosas de la tradición de los beatos. En el manuscrito de Las Huelgas alcanza un nivel especialmente alto, en buena parte gracias al pintor de Toledo, cuya formación mural se refleja en la claridad narrativa y en la organización cromática del conjunto. El artista combina tonos cálidos en la zona central con colores fríos en los laterales, lo que ayuda a ordenar una escena que reúne múltiples episodios en una única imagen.

La narración comienza arriba a la izquierda con la figura de la mujer apocalíptica. Está de pie sobre la media luna y cubierta por una roseta solar, acompañada por las doce estrellas mencionadas en el texto. Señala al dragón que la amenaza y, en esta versión, apunta también hacia abajo con la otra mano, un gesto sin paralelos claros. Más abajo reaparece provista de alas, huyendo al desierto. Esta figura alada se sienta sobre un diván al estilo oriental, un motivo casi perdido en la rama IIb y conservado aquí con especial precisión. El artista introduce además un detalle singular al dotarla de un cetro.

El dragón serpentino, con siete cabezas coronadas, recorre la doble página y unifica visualmente la escena. Faltan los diez cuernos del texto bíblico, y el río que arroja hacia la mujer brota de un orificio de su cuerpo en lugar de hacerlo desde una de sus bocas. Numerosos ángeles atacan al monstruo, aunque ninguno se distingue como Miguel.

En el segmento celeste situado arriba a la derecha, un ángel presenta al niño recién nacido ante Cristo entronizado, identificado por el nimbo cruciforme. El ángel sostiene un cetro, un rasgo sin equivalentes conocidos. Bajo el cuerpo del dragón se representa el infierno según la exégesis de Beato: condenados empujados hacia una zona donde Satanás aparece encadenado en una jaula. La delimitación del infierno es imprecisa y la cadena se interpreta de forma incorrecta, como ocurre en otros manuscritos de la rama IIb.

La composición combina episodios simultáneos del capítulo XII en una estructura continua y dinámica, articulada por el cuerpo del dragón y enriquecida con detalles característicos del manuscrito de Las Huelgas.

Las Tablas del Anticristo (Ap. XIII, 18) (ff. 109v-110r)

Estas dos tablas ilustran uno de los pasajes más enigmáticos del Apocalipsis: el número 666, descrito como la cifra que permite identificar a la bestia. El texto bíblico señala que quien posea sabiduría podrá descifrar ese número, ya que corresponde a un nombre humano. Este método, basado en la equivalencia numérica de las letras del alfabeto, era habitual en la literatura antigua y permitía transformar nombres propios en valores aritméticos. En la exégesis cristiana, el número se interpretó como referencia simbólica al Anticristo.

Beato retoma esta idea y en su Comentario enumera ocho nombres cuya suma gemátrica coincide con 666. Para hacer comprensibles estos cálculos, añade dos tablas explicativas donde se presentan, de manera visual, los nombres y sus valores numéricos: Antechristo, Teitan, Diclux, Genserico, Evantas, Damnato, Antemo y Acxyme. Entre ambas tablas incorpora una breve nota aclaratoria titulada «Magister laterculi huius», destinada a orientar al lector sobre su uso.

La transmisión de estas tablas a lo largo de los siglos introdujo múltiples errores, lo que las convierte en un elemento muy útil para estudiar la relación entre los distintos manuscritos. Su redacción, la disposición de los nombres y su marco ornamental forman parte tanto de la tradición textual como de la tradición artística del Beato, de modo que cada variante resulta significativa para reconstruir la filiación de los ejemplares conservados.

En el caso del Beato de Las Huelgas, estas tablas tienen una importancia excepcional. Se trata de una de las pocas ilustraciones que también se conservan en el Beato de Tábara, el manuscrito que sirve de modelo directo. Las versiones de ambos códices coinciden con una precisión extraordinaria, comparable únicamente a la que se observa entre el Beato de Gerona y su copia de Turín. Junto al colofón y la imagen de la torre de Tábara, estas tablas constituyen una de las pruebas más sólidas de que Las Huelgas deriva directamente del desaparecido códice leonés.

Los siete ángeles ante el templo abierto en el cielo (Ap. XV, 5-8) (f. 118r)

La ilustración correspondiente a este pasaje se aparta en varios puntos del contenido del texto bíblico y del comentario de Beato, lo que produce una tensión interesante entre la exégesis y la tradición pictórica. El Apocalipsis describe cómo los siete ángeles salen del templo celestial, reciben de uno de los vivientes las copas de la cólera divina y contemplan el templo lleno del humo de la gloria de Dios. Sin embargo, las imágenes conservadas en la edición más reciente se concentran menos en la salida del templo y más en la entrega de las copas, e incluso incluyen detalles que no aparecen de forma expresa en el comentario.

La composición se organiza en tres zonas. La franja superior representa el cielo, decorado con estrellas, y muestra la apertura del templo mediante un gran arco de herradura. Las dos hojas de la puerta aparecen completamente abiertas, subrayando que la acción se sitúa en el interior del santuario celeste. La zona central, más estrecha, está ocupada por uno de los cuatro vivientes, concretamente el águila, que desciende en vuelo con forma antropomorfa. Su parte inferior queda cubierta por una roseta en espiral. La inscripción indica que este viviente entrega las copas a los ángeles, algo que solo se representa de forma explícita en unos pocos manuscritos, entre ellos el de Las Huelgas, donde se aprecia la mano extendida del viviente y los gestos de recepción de los ángeles.

A pesar de ello, todos los ángeles sostienen ya las copas, de modo que la inscripción correspondiente señala que las portan (“siete ángeles portadores de las copas de oro”). En la versión de Las Huelgas, las copas no adoptan la forma habitual de cuencos amplios, sino que se representan como recipientes con forma de redoma, un rasgo característico de este manuscrito y de las escenas posteriores dedicadas a las plagas.

El encadenamiento de Satanás y del dragón (Ap. XX, 1-3) (f. 135r)

El pasaje que describe la derrota temporal de Satanás y su reclusión en el abismo fue uno de los textos más debatidos de la exégesis cristiana, debido a su posible interpretación milenarista. Para evitar lecturas que sugirieran un reino intermedio al final de los tiempos, Beato adopta una interpretación espiritualista: el ángel que desciende y encadena al enemigo simboliza a Cristo, quien mediante la Encarnación y la Cruz expulsa a Satanás del corazón de los creyentes. No obstante, esta lectura alegórica no influyó de forma directa en la iconografía, que se centra en la acción literal del encadenamiento.

En la edición más reciente del Beato la escena incorpora dos figuras malignas: el dragón y Satanás, reflejando los distintos nombres mencionados en el pasaje bíblico. El dragón se sitúa en la parte superior izquierda, con el cuerpo serpentino extendido, mientras un ángel lo sujeta mediante una cadena. En la otra mano, el ángel porta la llave del abismo, elemento mencionado en el Apocalipsis e incorporado de manera consistente en los manuscritos de la tradición más reciente. La inscripción del códice de Las Huelgas identifica claramente la acción: «Ubi angelus adprehendit drachonem et ligavit eum in abbisum».

El abismo aparece como una franja ondulada de tonos violáceos o castaños que simboliza el espacio de reclusión. En su interior yace Satanás, sujeto de pies y manos a un soporte rectangular. Su representación sigue los usos románicos: piel oscura, cabello enmarañado y dos cuernos que subrayan su naturaleza demoníaca. El manuscrito de Las Huelgas simplifica algunos detalles con respecto a otras copias, reduciendo la jaula a un marco que coincide con la forma del abismo. Tanto Satanás como el dragón están atados con sogas, lo que refuerza la idea de cautiverio absoluto.

La escena, aunque breve, condensa los elementos fundamentales del texto y de la tradición iconográfica, combinando fidelidad al pasaje apocalíptico con rasgos propios del estilo románico del manuscrito.

El asedio de Jerusalén (Dan. I, 1; III Re. 25, 1-7; Jer. 39, 1-7) (ff. 149v-150r)

Esta escena a doble página abre el ciclo de Daniel y constituye una de las imágenes históricas más extensas del Beato de Las Huelgas. No ilustra el versículo inicial del libro de Daniel, sino un episodio anterior narrado en los Libros de los Reyes y de Jeremías: el asedio de Jerusalén dirigido por Nabucodonosor durante el reinado de Sedecías. Tras la caída de la ciudad, el monarca judío es apresado y cegado, y sus hijos ejecutados, mientras Jeremías lamenta la desgracia del pueblo. El Comentario de San Jerónimo menciona estos hechos, y de ahí que la tradición iconográfica de los beatos los incorporara al ciclo daniélico, tomando como modelo las antiguas iluminaciones hispanas de las biblias mozárabes.

La disposición general es constante en la tradición. En una de las páginas aparece Jerusalén representada como una fachada fortificada con una gran puerta cerrada. Los defensores se sitúan sobre los muros y torres, armados con flechas, lanzas y piedras, resistiendo el ataque enemigo. En la página opuesta, los soldados babilonios avanzan en dos registros, organizados en infantería y caballería. Bajo estas filas se representa a su rey, Nabucodonosor, sentado en su trono y empuñando una lanza. A sus lados tiene lugar la tragedia: Sedecías, atado, es cegado por un verdugo, mientras sus hijos son ejecutados ante él. Jeremías aparece fuera de la ciudad, sentado y con gesto de profundo lamento.

La tradición de la edición más reciente presenta dos variantes principales según la rama manuscrita. En la rama IIa, Jerusalén aparece a la izquierda y el ejército atacante a la derecha, mientras que la rama IIb invierte esta disposición. El Beato de Las Huelgas sigue este segundo modelo y lo desarrolla con gran riqueza visual. El pintor toledano actualiza el armamento y la organización militar, incorporando infantería pesada en primera línea, arqueros en posiciones retrasadas y caballería formada en dos filas. El rey babilonio aparece sobredimensionado y acompañado por guardias armados. Los defensores de la ciudad están caracterizados como judíos por sus gorros puntiagudos, barbas y rasgos marcados. Otros detalles revelan variaciones respecto a los modelos más antiguos, como la ausencia de elementos moriscos en la arquitectura y la reinterpretación de los puentes levadizos como muros laterales almenados.

Daniel con los ángeles a orillas del Tigris (Dan. X–XII) (f. 172v)

Esta imagen cierra el ciclo de Daniel en el Beato de Las Huelgas y aparece al comienzo del comentario dedicado a las últimas visiones del profeta. Aunque Jerónimo también explica el capítulo XIII de Daniel, la tradición de los beatos decidió no ilustrarlo. En su lugar se representan las visiones finales de los capítulos X a XII, donde Daniel recibe anuncios sobre el porvenir y un último mandato divino. El resultado es una escena que actúa como contrapunto al cierre del ciclo del Apocalipsis, con el que queda deliberadamente emparejada.

En la parte superior de la escena se muestra al “varón vestido de lino”, un ángel que aparece a Daniel junto al río Tigris (Dan. X, 4-6). En la interpretación de San Jerónimo, este mensajero celeste anuncia al profeta los acontecimientos futuros que marcarán la historia de los imperios persa, tolomeo y seléucida hasta la llegada de Antíoco IV Epífanes. La inscripción del manuscrito de Las Huelgas resume este mensaje, aunque con ligeros errores, y presenta al ángel como quien revela a Daniel la desolación futura. En la tradición mozárabe, este ángel va vestido con lino blanco y ceñido por un cinturón de oro, pero en las copias románicas tardías, incluida la de Las Huelgas, aparece con túnica de color e incluso manto, y con los brazos extendidos hacia el espectador, mientras Daniel lo señala en actitud de escucha.

El río Tigris, identificado también con su nombre hebreo “Eddegel”, discurre en forma de S desde la parte superior derecha hacia la izquierda, marcando el espacio donde se integran dos ángeles adicionales mencionados en Dan. XII, 5. En Las Huelgas, el ángel situado más arriba levanta las manos, mientras que el inferior sostiene una vara. Solo se conserva la inscripción correspondiente al primero, mientras que la destinada al segundo se omitió. A pesar de su claridad y equilibrio, esta composición final del ciclo de Daniel no llega a destacar plenamente la relevancia especial del ángel “vestido de lino”, figura central del pasaje bíblico.

La Torre de Tábara (f. 183r)

La copia de la Torre de Tábara incluida al final del Beato de Las Huelgas es uno de los testimonios más reveladores del manuscrito, ya que demuestra de manera inequívoca que este códice deriva directamente del Beato de Tábara. No solo reproduce la célebre miniatura del scriptorium en su torre, sino también la nota del escriba del manuscrito leonés. Ambos elementos carecen de sentido fuera de su contexto original, lo que prueba que el objetivo del taller de Las Huelgas no era crear un beato más, sino obtener una réplica fiel de un ejemplar venerado.

El modelo tabarense mostraba una torre de cinco pisos en sección transversal, siguiendo el estilo mozárabe. El piso superior contaba con una galería exterior y un tejado a dos aguas rematado por dos campanarios. Desde la planta baja, donde un campanero tira de las cuerdas, podían verse ascender los cordeles hasta lo alto, junto a las escaleras interiores por las que subían varios hombres. A la derecha se añadía un edificio anexo con dos niveles, donde se encontraba el famoso scriptorium: en la estancia superior trabajaban el escriba Sénior, que pautaba el pergamino, y el pintor Emeterio, que preparaba un folio con el compás. Afuera, un asistente recortaba pergamino en un taburete.

La versión del Beato de Las Huelgas es sorprendentemente cercana a su modelo, especialmente si se compara con las arquitecturas más esquemáticas que predominan en las escenas apocalípticas y daniélicas del códice. Sin embargo, introduce cambios significativos: se suprimen las habitaciones del edificio anexo, de modo que el asistente queda sentado al aire libre; se elimina el tejado de la torre y su lugar se ocupan tres campanarios; y desaparecen tanto los azulejos de colores como el friso inferior de meandros, sustituidos por muros más sobrios. También faltan las inscripciones originales. Aunque menos refinada que la pintura mozárabe, esta copia castellanizada mantiene la estructura esencial y conserva el valor documental de uno de los monumentos más célebres de la tradición de los beatos.

La página con la Omega (f. 184v)

La página final del Beato de Las Huelgas cierra el manuscrito con la gran letra Omega, siguiendo la tradición de varios beatos que comienzan y concluyen su ciclo ilustrado con el alfa y la omega como símbolos de Cristo, principio y fin según el Apocalipsis. Su modelo inmediato es la célebre Omega del Beato de Tábara, una composición monumental y minuciosamente ornamentada que, en el códice leonés, incluía en su mitad inferior la nota final del escriba.

En el manuscrito de Las Huelgas, sin embargo, ese colofón no se sitúa dentro de la propia letra, sino en la página anterior, antes de la imagen de la Torre de Tábara. Como resultado, la Omega aparece aislada en una página prácticamente vacía, sin la integración funcional que tenía en Tábara. Aun así, el copista y el miniaturista se esforzaron por reproducir fielmente los motivos ornamentales del original, desde el perfil sinuoso del trazo hasta los elementos decorativos internos. A pesar de esta fidelidad, la versión de Las Huelgas no alcanza la firmeza del contorno ni la finura de las formas que caracterizaban a la pintura mozárabe.

La Omega de Las Huelgas actúa, aun con estas diferencias, como un eco claro de la tradición que vincula el comienzo y el final del manuscrito con la identidad divina de Cristo, y conserva su función simbólica como cierre solemne del códice.


7. Interpretación del Comentario de San Jerónimo

7.1. Contexto del texto

El Comentario de San Jerónimo al Libro del Profeta Daniel fue incorporado al Beato de Las Huelgas como una ampliación doctrinal que enriquece el contenido teológico del manuscrito. Este texto aparece en catorce de los Beatos conservados y su inclusión responde a la afinidad temática entre las profecías de Daniel y las visiones apocalípticas de San Juan. Ambos comparten un mismo horizonte escatológico: la revelación de los últimos tiempos, la llegada del Anticristo y el triunfo final de Cristo.

San Jerónimo escribió su Comentario entre los años 385 y 393, basándose directamente en el texto hebreo de Daniel. Esta decisión le acarreó numerosas críticas de sus contemporáneos, que consideraban más autorizada la versión griega de los Setenta. Su intención era ofrecer una traducción y una exégesis fieles al original, frente a las versiones alteradas por añadidos o interpretaciones tardías. Con este propósito, Jerónimo se enfrentó tanto a los paganos como a algunos cristianos que dudaban del carácter profético del libro, defendiendo la autenticidad de Daniel como verdadero vidente de los acontecimientos futuros.

La unión de este comentario con el texto de Beato de Liébana no fue casual. Ambos coinciden en su interés por los signos del fin de los tiempos y por la figura del Anticristo. En el contexto del siglo XIII, la incorporación de la obra de Jerónimo en el Beato de Las Huelgas tuvo también un valor simbólico. Representaba la continuidad de la tradición exegética cristiana y la voluntad de conservar, junto al mensaje profético del Apocalipsis, la sabiduría de uno de los Padres más influyentes de la Iglesia.

7.2. Contenido y propósito de la obra

El Comentario de San Jerónimo al Libro de Daniel es una de las obras más notables de la exégesis patrística. En ella, el autor se propone demostrar que el libro de Daniel no es una composición tardía escrita en tiempos de Antíoco Epífanes, como sostenían los críticos paganos, sino una auténtica profecía revelada siglos antes de los hechos que narra. Esta defensa se dirige principalmente contra Porfirio, filósofo neoplatónico que había redactado quince libros contra los cristianos y dedicado uno de ellos al análisis del texto de Daniel.

Jerónimo rebate las afirmaciones de Porfirio mediante un minucioso estudio de las fuentes históricas y bíblicas. Sostiene que las profecías de Daniel se cumplieron con exactitud, desde el imperio de Nabucodonosor hasta la llegada de Cristo, y que esa fidelidad histórica es la prueba más clara de su inspiración divina. Explica que las visiones de las bestias, de la estatua de los metales y de los reinos sucesivos no son alegorías literarias, sino prefiguraciones de los imperios que dominarían la historia del mundo. Para Jerónimo, la interpretación literal de estos símbolos confirma la autoridad de la Escritura y su capacidad para anunciar el destino de la humanidad.

A lo largo de su comentario, el autor recurre a fuentes judías, griegas y cristianas. Cita a Josefo, Filón, Orígenes, Eusebio de Cesarea, Apolinar de Laodicea, Clemente de Alejandría y Tertuliano, valorando sus aportaciones, pero corrigiendo lo que considera errores doctrinales. Su erudición combina el conocimiento de las lenguas antiguas con una sólida formación teológica. En su lectura del libro, el hilo conductor es siempre el mismo: la victoria final del Reino de Dios sobre los poderes terrenales y la manifestación de Cristo como juez universal al final de los tiempos.

El propósito de la obra es ofrecer al creyente una guía de interpretación que le permita reconocer en la historia las señales del plan divino. Las visiones de Daniel son presentadas como una preparación espiritual para el cumplimiento de las promesas mesiánicas y para la aceptación del misterio de Cristo. En este sentido, el comentario de Jerónimo no es solo una obra de erudición, sino también una exhortación a la fe y a la esperanza en medio de la adversidad.

7.3. Influencia sobre Beato de Liébana

La influencia de San Jerónimo sobre Beato de Liébana es profunda y constante. Muchos pasajes del Comentario al Apocalipsis reproducen o reformulan ideas procedentes del Comentario al Libro de Daniel. La visión del Anticristo, la interpretación de las setenta semanas, la descripción del juicio final y la concepción de la historia como lucha entre el bien y el mal tienen su origen en las reflexiones del autor de Belén. Beato adopta de Jerónimo tanto la estructura de pensamiento como el tono combativo frente a las herejías y la incredulidad.

En los Beatos que incluyen ambos textos, como el de Las Huelgas, esta relación se hace especialmente evidente. Las miniaturas que acompañan las visiones de Daniel y del Apocalipsis mantienen una continuidad simbólica que refuerza la conexión doctrinal entre las dos obras. En ellas, el Anticristo aparece como figura central, espejo del poder corrupto que precede a la llegada del Salvador. La caída de Babilonia, la Jerusalén celestial y el trono de Dios son interpretados como cumplimiento de las profecías de Daniel, actualizadas por Beato en clave cristiana.

El Beato de Las Huelgas puede considerarse, por tanto, una síntesis visual y textual de las dos grandes visiones proféticas del cristianismo primitivo. En él convergen la erudición de Jerónimo y la inspiración monástica de Beato, unidas por el propósito común de afirmar la verdad revelada frente a la duda y el escepticismo. La obra demuestra cómo la tradición de los Beatos no solo preservó un texto, sino también una manera de comprender la historia sagrada, en la que la palabra y la imagen se convierten en instrumentos de fe y contemplación.


8. El facsímil y la editorial Scriptorium

8.1. La editorial Scriptorium

La Editorial Scriptorium es una empresa española dedicada a la recuperación y reproducción de manuscritos y códices antiguos mediante la técnica del facsímil. Fue fundada por Ricardo Coll y José G. Moya en Godella (Valencia), y cuenta con más de veinticinco años de experiencia en el ámbito de la edición artesanal. Su objetivo es preservar y difundir el patrimonio bibliográfico universal a través de reproducciones fieles que permitan acercar al público obras que durante siglos permanecieron reservadas a monasterios, bibliotecas o colecciones privadas.

Logotipo de la editorial Scriptorium

Desde sus inicios, la editorial se ha distinguido por su compromiso con la autenticidad y la calidad, buscando reproducir no solo la apariencia externa de los manuscritos, sino también su textura, su olor y su presencia material. En sus primeras ediciones utilizó papeles especialmente tratados, como el denominado pergamenata, diseñado para imitar la rugosidad y translucidez del pergamino natural. Con el tiempo, Scriptorium dio un paso decisivo al recuperar la tradición de realizar facsímiles sobre pergamino auténtico de piel de cordero, lo que convirtió sus ediciones en piezas únicas dentro del mundo del facsímil.

Cada obra es elaborada de forma totalmente artesanal, siguiendo los métodos históricos de los copistas medievales. Los pliegos se imprimen individualmente, se cosen a mano y se encuadernan con cubiertas reproducidas según los materiales y diseños originales. El resultado son ediciones que reproducen fielmente incluso las irregularidades del manuscrito, las costuras, las manchas o los desgastes del tiempo. Este nivel de fidelidad ha situado a Scriptorium entre las editoriales más prestigiosas del sector, reconocida por museos, universidades y coleccionistas.

Su misión es que cada facsímil conserve la esencia del manuscrito original y continúe cumpliendo su función de transmitir el saber y el arte del pasado. En palabras de la propia editorial, el facsímil no es solo una copia, sino una obra de arte que preserva la memoria cultural y devuelve la vida a los antiguos scriptoria donde nacieron los códices medievales.

Entre sus publicaciones más destacadas se encuentran el Lapidario de Alfonso X el Sabio, el Beato de El Burgo de Osma, La Biblia de los Cruzados y el Libro de los Juegos de Ajedrez, Dados y Tablas. Todas ellas demuestran su vocación por rescatar manuscritos de relevancia histórica y artística, reproduciendo con precisión cada detalle de su estructura y ornamentación.

8.2. La edición facsimilar

El facsímil del Beato de Las Huelgas, publicado por Scriptorium, reproduce íntegramente el códice original conservado en la Pierpont Morgan Library de Nueva York. Esta edición permite apreciar con exactitud el tamaño, los colores, la textura del pergamino y los brillos metálicos del original. Se trata de una obra realizada con el mismo rigor artesanal que caracteriza a la editorial, utilizando pergamino natural y procesos de impresión que garantizan la fidelidad cromática y el relieve de las miniaturas.

La edición fue concebida para ofrecer una experiencia lo más cercana posible a la manipulación del manuscrito auténtico. Cada hoja fue reproducida con una calibración minuciosa del color y del espesor del soporte, de manera que el resultado conserva la sensación táctil y visual del códice medieval. La encuadernación imita las cubiertas originales y se completa con cosidos manuales y detalles decorativos dorados, siguiendo los modelos históricos.

La elección de este material y proceso no responde únicamente a criterios estéticos. El uso del pergamino natural y la reproducción de los acabados originales garantizan una durabilidad semejante a la de los manuscritos antiguos, cumpliendo así la función de preservación del patrimonio que constituye la razón de ser de Scriptorium.

El facsímil se acompaña de un volumen de estudios que analiza la historia, el contenido y el arte del códice, elaborado por especialistas en paleografía, iconografía y teología. Gracias a esta combinación de rigor científico y maestría artesanal, la edición del Beato de Las Huelgas permite al lector moderno acceder a una de las obras más extraordinarias de la miniatura castellana sin poner en riesgo el original.

8.3. Descripción del conjunto editorial

El conjunto editorial del Beato de Las Huelgas está formado por dos volúmenes complementarios. El primero es el facsímil del códice, reproducido en su tamaño original y presentado en una caja o estuche de conservación que lo protege y realza su carácter de obra de colección. El segundo volumen es el libro de estudios, que incluye ensayos históricos, artísticos y paleográficos sobre el manuscrito, acompañados de comentarios al texto y al programa iconográfico.

Cada ejemplar de la edición va acompañado de un acta notarial de autenticidad, que certifica la tirada limitada y la correspondencia exacta entre el facsímil y el original. Este documento garantiza el valor de la obra como pieza de colección y subraya la seriedad del trabajo de la editorial.

El conjunto fue concebido no solo como una edición de lujo, sino también como una herramienta de estudio y divulgación. Su cuidada presentación, unida a la fidelidad de la reproducción y la calidad del análisis académico, ha hecho de esta edición facsimilar una referencia fundamental para investigadores, bibliófilos y amantes del arte medieval.

La publicación del Beato de Las Huelgas por parte de Scriptorium representa una culminación simbólica tanto para la editorial como para la tradición de los Beatos. Con esta obra, el ciclo de los comentarios apocalípticos de Liébana encuentra una nueva vida en el siglo XXI, preservado con la misma dedicación artesanal y reverencia por la historia que inspiró a los monjes iluminadores del siglo XIII.


9. Curiosidades y aspectos singulares

El Beato de Las Huelgas destaca dentro de la tradición de los Beatos no solo por su calidad artística, sino también por una serie de rasgos excepcionales que lo convierten en una obra única entre los códices iluminados medievales. Estos aspectos combinan elementos históricos, iconográficos y simbólicos que revelan tanto la erudición de sus creadores como la importancia del encargo.

Una de sus características más notables es la inclusión del Comentario de San Jerónimo sobre el Libro del Profeta Daniel. Solo catorce Beatos conocidos incorporan este texto, lo que confiere al manuscrito un valor teológico y literario especial. Esta adición permite unir las visiones proféticas de Daniel con las revelaciones apocalípticas de San Juan, ofreciendo una lectura más amplia del fin de los tiempos. En el códice de Las Huelgas, el Comentario de Jerónimo aparece acompañado de once miniaturas dedicadas al Libro de Daniel, lo que refuerza su importancia dentro del conjunto.

Otra singularidad es la presencia de la miniatura de la Torre de Tábara, una copia casi exacta de la famosa imagen del scriptorium del antiguo Beato de Tábara del siglo X. Este detalle no solo rinde homenaje a los orígenes de la tradición de los Beatos, sino que también preserva un fragmento de un manuscrito hoy muy deteriorado. La ilustración representa una torre con escribas trabajando en su interior y constituye una de las imágenes más emblemáticas de la historia de la miniatura hispánica. En el códice de Las Huelgas, esta escena se sitúa al final del manuscrito, poco antes del colofón fechado en el año 1220, y se acompaña de la Subscriptio Emeterii, texto latino que recuerda al monje Magio y a su discípulo Emeterio, los artífices del modelo original de Tábara.

El Beato de Las Huelgas es también el de mayor formato entre todos los conservados, con folios que alcanzan aproximadamente 520 por 330 milímetros. Esta monumentalidad permitió reducir el número de páginas sin sacrificar el espacio de las miniaturas, logrando un equilibrio perfecto entre texto e imagen. El tamaño excepcional, unido al uso de pergamino de alta calidad y a los abundantes detalles en oro y plata, indica que se trataba de una obra de prestigio destinada a un entorno regio o monástico de gran relevancia.

El uso de metales preciosos, en particular del oro para halos y ornamentos, y de la plata para símbolos sagrados como las letras alfa y omega, refuerza el carácter litúrgico y contemplativo del manuscrito. Estos materiales, aplicados sobre pigmentos brillantes, generaban reflejos que evocaban la luz divina y transformaban la lectura del códice en una experiencia visual de carácter espiritual.

Otro elemento destacable es la posible lectura simbólica de los emblemas heráldicos presentes en algunas iniciales figuradas, especialmente en la que abre el Comentario al Apocalipsis. En ella se observan leones y águilas que podrían aludir a los reinos de León y Navarra, lo que ha llevado a relacionar la obra con la abadesa Sancha García, de ascendencia navarra, o con la reina Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII. Ambos vínculos subrayan la conexión del manuscrito con la realeza y con el monasterio cisterciense de Las Huelgas, fundación directamente asociada a la familia real castellana.

Por su complejidad artística y por la riqueza de su contenido, el Beato de Las Huelgas constituye un verdadero compendio del arte y la espiritualidad medieval. En él se reúnen el legado de los antiguos Beatos, la herencia del pensamiento de San Jerónimo, la tradición monástica del Císter y la sensibilidad artística del siglo XIII. Su grandeza no reside solo en su esplendor visual, sino también en su capacidad para conservar, en un único volumen, el espíritu de toda una época en la que la palabra y la imagen eran formas complementarias de la fe.


10. Importancia y legado

El Beato de Santa María la Real de Las Huelgas puede considerarse, según los estudios especializados, como el punto culminante y final de una tradición que se prolongó durante más de dos siglos. Su realización en el año 1220 marca el cierre de la historia de los Beatos iluminados, iniciada con los códices de Magio y Emeterio en el siglo X. Este ejemplar, conservado hoy en la Pierpont Morgan Library de Nueva York, es la expresión más completa del desarrollo artístico, teológico y cultural alcanzado por la miniatura hispánica en el tránsito del románico al gótico.

Desde un punto de vista artístico, el Beato de Las Huelgas resume la evolución formal y simbólica de toda la tradición. Su monumentalidad, la riqueza de sus miniaturas y el empleo de oro y plata lo convierten en una obra de lujo destinada a la contemplación y al culto. En sus páginas se aprecia la herencia de los modelos mozárabes y románicos junto con la apertura hacia nuevas formas de representación más naturalistas y expresivas. La conjunción de estas influencias sitúa el manuscrito en un punto de equilibrio entre dos mundos: el del simbolismo teológico medieval y el de la incipiente sensibilidad gótica.

En el plano histórico, el códice refleja el esplendor espiritual y cultural del Monasterio de Las Huelgas, fundado por Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet como casa real y centro religioso de primer orden. Su vinculación con la nobleza castellana y su posible relación con figuras como la abadesa Sancha García o la reina Berenguela subrayan el carácter regio y devocional de la obra. En este contexto, el manuscrito se convierte no solo en un objeto de arte, sino también en un testimonio del poder espiritual y cultural del monacato femenino en la Castilla del siglo XIII.

Desde el punto de vista teológico, el manuscrito alcanza una dimensión excepcional al integrar en un mismo volumen el Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana y el Comentario al Libro de Daniel de San Jerónimo. Esta unión ofrece una visión completa de la historia de la salvación desde la profecía veterotestamentaria hasta la revelación final. El diálogo entre ambos textos refuerza la coherencia doctrinal del conjunto y demuestra la profundidad intelectual de quienes planificaron su contenido. En este sentido, el Beato de Las Huelgas transmite un mensaje de fe y refleja una visión amplia del pensamiento cristiano medieval.

Su importancia se extiende hasta la actualidad gracias al trabajo de conservación y difusión realizado por la Editorial Scriptorium, cuya edición facsimilar ha permitido que investigadores y bibliófilos puedan estudiar y admirar la obra sin poner en riesgo el original. Estas reproducciones fieles garantizan la continuidad del legado del códice y contribuyen a mantener viva la tradición de los manuscritos iluminados como patrimonio cultural y espiritual.

El Beato de Las Huelgas ha influido de manera decisiva en la historiografía del arte medieval. Su análisis ha permitido comprender mejor los talleres castellanos del siglo XIII, el papel de los scriptoria monásticos y la evolución del lenguaje iconográfico de los Beatos. También ha servido como referencia para estudiar la transición del románico al gótico y la conexión entre el arte hispano y las corrientes europeas de la época.

Por todo ello, este manuscrito se interpreta habitualmente como un testamento artístico y espiritual. Resume en sus páginas la fe, la erudición y el virtuosismo de una tradición que unió la palabra escrita con la imagen sagrada. Más que un simple libro, el Beato de Las Huelgas ofrece una visión unificada del pensamiento cristiano medieval, y constituye una obra que marca el final de una era dentro de la tradición de los Beatos.


11. Bibliografía y fuentes

Fuentes utilizadas en la elaboración de este archivo:

• Facsímil del Beato de Santa María la Real de Las Huelgas. Editorial Scriptorium

Reproducción íntegra del códice Ms. 429 de la Pierpont Morgan Library. Ha servido como referencia directa para el análisis del contenido material, la secuencia iconográfica y la organización textual del manuscrito. Su fidelidad al original permite examinar con exactitud la disposición de las miniaturas, la estructura de los cuadernos y la relación entre texto e imagen.

• Libro de estudios del Beato de Las Huelgas. Editorial Scriptorium

El volumen de estudios que acompaña al facsímil constituye la base interpretativa y documental de este archivo. Está compuesto por investigaciones realizadas por especialistas en historia del arte, paleografía y teología, que abordan el manuscrito desde distintas perspectivas. Su contenido se organiza en cuatro secciones principales, cada una a cargo de un autor o equipo de autores:

  1. Procedencia del manuscrito, por William M. Voelkle (The Pierpont Morgan Library). Estudia el origen y la trayectoria histórica del códice, su vinculación con el Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, las circunstancias de su creación en 1220 y su conservación actual en la Pierpont Morgan Library de Nueva York.
  2. Las ilustraciones del manuscrito, por Peter K. Klein. Analiza el programa iconográfico completo, la secuencia de las miniaturas, la técnica pictórica, los recursos formales y la estructura visual del conjunto, destacando el equilibrio entre tradición románica e influencias góticas.
  3. Descripción, función, estilo y proveniencia, por David Raizman. Ofrece una visión global del manuscrito desde el punto de vista material y estilístico, abordando la composición del códice, la organización de las manos de los copistas y artistas, el uso del color y los vínculos con los scriptoria castellanos de finales del siglo XII y comienzos del XIII.
  4. Comentario de San Jerónimo sobre el Libro del Profeta Daniel, por Alberto del Campo Hernández, Joaquín González Echegaray y Les Freeman. Examina la inclusión del texto jeronimiano en el códice, su significado doctrinal y la relación entre las profecías de Daniel y las visiones apocalípticas de San Juan. El estudio incluye además la Subscriptio Emeterii y un análisis comparativo con el Beato de Tábara.

Este conjunto de estudios ofrece una visión integral del Beato de Las Huelgas como obra histórica, artística y espiritual. Los análisis sobre la estructura, la iconografía, el estilo y la función del códice han sido fundamentales para elaborar el presente archivo con una base sólida, rigurosa y coherente. El volumen de estudios permite situar el manuscrito dentro del contexto cultural del siglo XIII y comprenderlo como el último gran testimonio de la tradición de los Beatos.

• Información institucional y técnica de la Editorial Scriptorium

Además del facsímil y del libro de estudios, se ha consultado documentación institucional y técnica publicada por la Editorial Scriptorium. Esta información ha aportado datos sobre la historia de la empresa, su filosofía editorial y su método de trabajo basado en la reproducción artesanal sobre pergamino natural de piel de cordero.

Los textos de la editorial han permitido comprender el proceso de edición, desde la toma fotográfica de alta resolución hasta la impresión, el cosido y la encuadernación manual. También han sido útiles para explicar la política de tiradas limitadas, la autenticación notarial de cada ejemplar y la finalidad cultural de sus proyectos.

La documentación institucional ha sido fundamental para contextualizar la labor de Scriptorium dentro del campo de la edición facsimilar contemporánea y para valorar su papel en la preservación y difusión del patrimonio manuscrito. Su experiencia y su compromiso con la fidelidad histórica hacen de sus ediciones una fuente insustituible para el estudio de códices como el Beato de Las Huelgas.


12. Consideraciones finales

El Beato de Santa María la Real de Las Huelgas constituye una de las cimas del arte del manuscrito iluminado en la Edad Media y el punto final de una tradición que, desde el siglo VIII, había transmitido el mensaje apocalíptico de Beato de Liébana a través de palabra e imagen. Su realización en 1220, en el entorno cultural de Castilla y bajo la influencia del monasterio cisterciense de Las Huelgas, simboliza el cierre de un ciclo histórico, espiritual y artístico que unió la teología, la pintura y la devoción en una sola obra.

A diferencia de los Beatos anteriores, el códice de Las Huelgas no es solo una copia más del comentario de Beato de Liébana, sino una síntesis monumental que reúne en un mismo volumen las tradiciones proféticas del cristianismo. La inclusión del Comentario de San Jerónimo sobre el Libro de Daniel amplía su alcance doctrinal y puede considerarse, tal y como se desprende de la lectura conjunta de ambos textos, un compendio de la esperanza escatológica medieval. Este añadido, junto con la magnitud del formato y la calidad de las miniaturas, convierte al manuscrito en una obra excepcional dentro del corpus de los Beatos.

Desde el punto de vista artístico, el Beato de Las Huelgas puede considerarse una de las culminaciones del arte románico en Castilla y un punto de transición hacia el nuevo lenguaje del gótico. Sus ilustraciones, de colores intensos y metales preciosos, muestran un equilibrio entre la solemnidad simbólica y una incipiente búsqueda de naturalismo.

En el plano histórico, la obra refleja la estrecha relación entre el poder espiritual del Císter y la monarquía castellana. El monasterio de Las Huelgas, fundado por Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet, fue un centro religioso de primer orden y un espacio de mecenazgo femenino donde la cultura y la devoción convivieron en armonía. La posible intervención de figuras como la abadesa Sancha García o la reina Berenguela subraya el protagonismo de las mujeres en la creación y custodia de este tesoro espiritual.

El facsímil publicado por la Editorial Scriptorium ha permitido que esta obra única sea accesible para el estudio y la contemplación, manteniendo viva su esencia y preservando su legado. La precisión con la que se ha reproducido el manuscrito, junto con los estudios que lo acompañan, han contribuido de manera decisiva a la difusión del conocimiento sobre uno de los monumentos más importantes del arte medieval hispánico.

El Beato de Las Huelgas no es solo uno de los últimos grandes Beatos conservados, sino también la síntesis final de toda su tradición. En él confluyen la erudición de los monjes copistas, la maestría de los iluminadores, la fe de sus patronas y el sentido trascendente de una época. Su grandeza radica en haber sabido transformar un texto de visión y esperanza en una obra de arte total, donde cada imagen y cada palabra son testimonio de la fe, el ingenio y la belleza espiritual del medievo.

Este códice resume el espíritu de una era que veía en el libro no solo un medio de transmisión del saber, sino un objeto sagrado en el que se reflejaba la luz divina. Por ello, más de ocho siglos después de su creación, el Beato de Las Huelgas sigue siendo un emblema de la cultura monástica y una de las más altas expresiones del arte cristiano europeo.


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